¿Acaso soy el único gay que no quiere sexo casual?

A veces, en medio de tantos taps, respuestas breves y conversaciones que no pasan del “qué buscas?”, una pregunta empieza a rondar por dentro: ¿Seré el único gay que no quiere sexo casual? Y con esa pregunta, muchas veces llega una sensación incómoda de estar fuera de lugar, de no calzar en un molde que pareciera estar muy claro para todos menos para uno.

El sexo casual es una experiencia común en la comunidad LGBTIQ+, especialmente entre hombres gays. Se refiere a encuentros sexuales sin compromiso afectivo o relacional, que suelen surgir por deseo mutuo y sin necesidad de establecer una relación estable. No es que esté mal. No es que no pueda ser una forma válida de explorar la sexualidad, el placer y el cuerpo. Pero cuando todo a tu alrededor parece gritar que eso es lo único que se busca, puedes llegar a preguntarte si hay espacio para algo más.

La presencia del sexo casual en el mundo gay no es una casualidad. Hay razones históricas, sociales y culturales que han influido en cómo se ha desarrollado nuestra forma de vincularnos. Pensemos por ejemplo en los años 80: un mundo profundamente marcado por la clandestinidad, la discriminación y el boom del VIH. Los espacios de encuentro para personas gays eran —muchas veces— la noche, los bares, las fiestas, los lugares ocultos. Lugares que ofrecían cierta libertad, sí, pero también una fuerte carga de erotismo, consumo de drogas, y encuentros fugaces. Como no era fácil construir vínculos amorosos en una sociedad que no nos reconocía ni nos permitía mostrarnos públicamente, en ese contexto, el sexo casual se convirtió muchas veces en la única vía posible de contacto, de validación, de exploración.

Todo esto provocó que el mundo gay se perciba como un mundo hipersexualizado. A lo largo del tiempo, la figura del “hombre gay” ha sido retratada en los medios como altamente sexual, disponible, excitante. Cuerpos perfectos, torsos sin polera, aplicaciones de ligue, fiestas donde el sexo está a la vuelta de la esquina. Es una imagen que se ha vuelto tan repetida que muchas veces se transforma en expectativa y que sostiene el prejuicio de que los gays somos "promiscuos". No solo hacia nosotros, sino desde nosotros mismos. Como si desear algo más fuera ingenuo, aburrido o fuera de lugar. Entonces no es raro que uno empiece a sentir que buscar una relación estable, afectiva, profunda, es casi como estar yendo contra la corriente. Y con eso pueden aparecer pensamientos incómodos: ¿Estoy mal yo? ¿Estoy reprimiéndome? ¿Soy aburrido? ¿Será que no soy lo suficientemente gay si no me interesa el sexo casual?

Pero no, no estás mal. No estás solo. Al igual que cualquier mamífero, lo que estás buscando es vincular. Es importante poder preguntarse desde dónde viene ese deseo. Tal vez tiene que ver con tus valores, con tu historia, con tus heridas. Tal vez estás en una etapa en la que quieres construir algo más sólido, donde el deseo no sea solo físico, sino también emocional. Todo eso es válido. No todas las personas buscan lo mismo, ni en el mismo momento de sus vidas. Y reconocer eso en ti, sin juzgarte ni compararte, ya es un acto de orgullo.

Ahora bien, cuando uno quiere encontrar a alguien que quiera lo mismo, la tarea se vuelve más desafiante. Porque no siempre es fácil saber si la otra persona también busca una relación o si solo está interesado en un encuentro casual. Y como muchas veces los primeros contactos se dan en apps, donde el formato es rápido y superficial, puede parecer que todos están ahí solo por sexo. Pero no siempre es así.

Una buena forma de saberlo es observar el tipo de conversación que se da. Si hay interés en conocerte más allá del cuerpo, si hay preguntas por tu vida, por lo que te mueve, si hay un deseo de construir un diálogo y no solo una cita, probablemente esa persona esté abierta a algo más. Y si no, también está bien. El punto es que puedas explicitar lo que tú buscas. No desde la exigencia ni la necesidad de convencer a nadie, sino desde tu claridad y tu autenticidad. Decir “yo estoy buscando una relación” no es una carta de rechazo. Es una declaración de intenciones. Y aunque pueda generar que algunos se alejen, también va a permitir que otras personas se acerquen con la misma energía. Permites que se filtren los que no buscan lo mismo que tú, y que lleguen los que sí están en la misma página.

También es válido preguntarse dónde buscar. Tal vez las apps de ligue no sean el único lugar. Existen espacios comunitarios, actividades culturales, talleres, eventos LGBTIQ+, amigxs de amigxs, donde el foco está puesto en compartir desde otros lugares. Incluso redes sociales como Instagram o Twitter, que permiten ir viendo intereses y formas de pensar. Y sí, puede sonar más lento que un match o un tap instantáneo, pero también puede ser más coherente con lo que tú estás buscando.

La clave está en no renunciar a lo que realmente deseas solo por encajar. El deseo de amar y ser amadx, de compartir la vida, de construir una relación estable, no es menos válido que el deseo de un encuentro casual. Es otra forma de habitar la sexualidad y el afecto. Y dentro del mundo LGBTIQ+, que tanto ha luchado por poder amar libremente, también debe haber espacio para quienes desean amar con profundidad. Así que no, no eres el único gay que no quiere sexo casual. Somos muchos. Pero a veces estamos en silencio, creyendo que estamos solos. Por eso es tan importante visibilizar también estas otras formas de deseo, de encuentro y de amor. Porque hay tantas maneras de ser gay como gays en el mundo. Y todos merecemos existir sin ningún tipo de vergüenza.

Por si no lo sabías, soy fundador de PrideMe, un centro online de salud mental para personas LGBTIQ+, en el que trabajamos con nuestrxs pacientes este y otros temas relacionados a las diversas experiencias que vivimos como Comunidad. Si te gustaría conversar de este u otro tema, puedes agendar conmigo u otrx profesional especialista en diversidad sexual haciendo clic en este link: www.prideme.cl

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