¿Cómo le dejo de dar importancia a lo que opine el resto?

Hace unas semanas hice una encuesta a las personas que están dentro de mi lista de correos, para preguntarles sobre qué obstáculos hoy tienen que les impiden poder mostrarse por cómo son. Y una de las preguntas que más me hicieron y que más se repitió fue cómo poder dejar de darle importancia a la opinión del resto.

Obviamente, la pregunta surge desde la necesidad que todas las personas tenemos de poder ser auténticxs y no recibir rechazo por ello. Sin embargo, sabemos lo desafiante que eso se torna para personas LGBTIQ+, considerando que el entorno ("el resto") ha sido sumamente hostil con nosotrxs.

Es por eso que la pregunta se vuelve difícil de contestar, debido a que la opinión ajena es algo que a TODXS nos importa. A todxs. Sin excepción. Quien te diga que no le afecta nada la opinión ajena es porque 1) está mintiendo, 2) tiene alterado el juicio de realidad o 3) se desconectó tanto de sí mismx y de su entorno que no le afecta lo que suceda a su alrededor.

Nos importa a todxs la opinión ajena porque somos seres sociales. Eso significa que vivimos, convivimos y sobrevivimos en sociedad. Desde el momento de nuestro nacimiento es que necesitamos de un otrx para vivir: sin un cuidado permanente de nuestrxs padres, sin su alimento, sin su techo, nos morimos. Si, por ejemplo, nos abandonaran en una isla solitaria siendo bebés recién nacidos, no sobreviríamos. Por ende, nuestro sistema nervioso empieza a asociar que necesitar de otrxs es un mecanismo para sobrevivir. 

 Claro que cuando vayamos creciendo nos vamos a ir haciendo cada vez más autovalentes, y no necesitaremos de otrxs para alimentarnos o cuidarnos. Pero esto es algo que queda alojado dentro de nuestro cerebro. Nuestro sistema nervioso asocia que "soledad" es igual a muerte, por lo que para TODAS las personas se vuelve relevante contar con otrxs.

El mayor castigo que una tribu le puede hacer a su manada es desterrarlo, porque eso significa que puede existir un riesgo de muerte para el desterrado.
En las cárceles, cuando hay reos que tienen mal comportamiento, los envían a aislamiento a modo de castigo.
Perdernos de nuestra mamá en el supermercado cuando éramos pequeñxs podía volverse un momento de muchísima angustia.

Y todo esto ocurre porque las personas necesitamos la convivencia, necesitamos el contacto y necesitamos necesitar.

El problema es que como sociedad valoramos mucho la independencia. Casi que es aplaudido cuando las personas dicen que "no necesitan a nadie para ser felices". Lo triste es que esa frase realmente se la creen, pero probablemente llegaron a pensar eso porque durante su historia, interiorizaron, que no va a haber nadie disponible para ellxs. Pero eso da para otro artículo :).

Retomando entonces la idea de que todxs necesitamos pertenecer a una tribu, es que entonces se vuelve irreal pensar que NO nos va a importar la opinión ajena. A todxs nos va a importar.

Claro que van a haber matices: si bien a todxs nos importa lo que opine el resto, van a haber personas a las que la opinión ajena les va a afectar más que a otras. El problema no es que nos afecte lo que opinen las otras personas, el problema empieza cuando nos limitamos por eso.

Y la opinión del resto empieza a ser una limitante cuando la opinión del resto, en el pasado, fue una amenaza. Y eso es algo bastante común para las personas LGBTIQ+, quienes tuvimos que crecer en un sistema que permanentemente nos decía que no estaba bien ser cómo somos. Crecimos en un entorno en que la opinión del resto sobre nosotrxs era una opinión odiante y discriminatoria, lo que genera que seamos muchísimo más sensible a las opiniones, comentarios, reacciones y miradas de los demás.

Hace unos días atrás, con un paciente, hablábamos de lo difícil que es para él poder hacer demostraciones de cariño en público con su pareja. Me ponía el ejemplo de que, cuando tenía que irse a trabajar y tomar el Metro junto a su novio, se ponía muy nervioso sabiendo que, en la siguiente estación, iba a tener que despedirse de un besito en medio de toda la gente que iba en el vagón. Incluso, me comentaba que han habido momentos en los que ha salido de su casa atrasado a propósito, para poder salir después que su novio, así se pueden despedir dentro de su hogar y no dentro del Metro.

Me comentaba que dentro del Metro le late el corazón al saber que se tiene que despedir de su novio, piensa que todo el mundo lo está juzgando, le da miedo que alguien les vaya a decir algún comentario homofóbico y le da vergüenza que el resto lo vea demostrando amor en público hacia otro hombre. 

Luego de conversar un rato, pudimos hacer una conexión entre lo que le sucede dentro del Metro y su historia vincular. Mi paciente había sido una persona que, en la época escolar, recibió bullying de parte de sus pares. Tuvo que aislarse en los recreos para que los comentarios sobre sí mismo, sobre su peso, y sobre cualquier otra característica se detuvieran. Mi paciente no recuerda con alegría su etapa escolar, al contrario, la recuerda con mucha tristeza.

Entonces, se vuelve bastante lógico pensar que personas que sufrieron de rechazo de sus padres o de sus compañerxs le teman mucho a la opinión del resto. Si la opinión del resto era un arma sumamente dolorosa para ellxs.

Es como que las personas del Metro automáticamente se convirtieran en esas mismas personas que lo molestaron cuando pequeñito. 

Por ende, para que dejemos de darle importancia a lo que opine el resto de nosotrxs tenemos que seguir 3 pasos:

1) Entender que a todxs nos importa la opinión del resto: si tenemos la expectativa de que debemos llegar a ese punto de que NO nos va a importar en lo absoluto la opinión ajena, vamos a estar toda la vida luchando con nosotrxs mismxs sin poder alcanzar nuestros objetivos. Mientras más compasiva y baja sea la expectativa que tengamos, más podremos ir cumpliendo y valorando nuestras metas.

2) Comprender que mi historia impacta directamente en qué tanto temor me genera la opinión ajena: personas que fueron valoradas, reconocidas, amadas y celebradas sostenidamente por ser quienes son, van a ser muchísimo menos sensibles a la opinión ajena que aquellas que fueron discriminadas, rechazadas, abandonadas, insultadas, etc.

3) Y luego de haber interiorizado que mi historia tiene impacto directo en la importancia que le doy a la opinión ajena, el siguiente paso es empezar a trabajar en esas heridas. Atravesarlas con el cuerpo desde un lugar adulto, desde un lugar más terapéutico y compasivo, para así darles otro significado y empezar a ver esa historia con mucho mayor amor ❤️.

Y así, de a poquito, si bien te va a seguir importando lo que opine el resto (como a todxs), ya no vas a limitarte por ello.

 

Conéctate a nuestra Comunidad y sigue recibiendo contenido de valor!

Únete a mi lista de suscriptores para que puedas recibir avisos de cuando publique nueva información sobre mi blog, contenidos, talleres y cursos!

No te preocupes, tu información está segura conmigo :)

No soporto el SPAM! Así que no te preocupes que no estaré llenándote de mails, solo te enviaré mails que sé que te podrán servir y ayudar :)