¿Cómo saber si abrir la relación es nuestra mejor opción?

Abrir una relación puede ser una de esas decisiones que suenan muy modernas y liberadoras, pero también pueden generar miedo, inseguridad y muchas preguntas. Y los miedos surgen debido a que ninguno de nosotrxs creció con referentes de parejas no monogámicas, por lo que, al querer abrir una relación, nos enfrentamos a un mundo completamente desconocido.

Muchas parejas abren la relación aferrándose a la falsa ilusión de que abriendo su relación van a poder mejorar aspectos de la relación que hoy están fallando. "No estamos teniendo sexo como quisiéramos, lo mejor es que abramos la relación". "Tengo este kink o fetiche que a ti no te gusta, ¿y si abrimos la relación para poder explorarlo?". "Nos consumió la rutina, se está volviendo muy monótona la relación, creo que debemos abrir la pareja".
Aunque nos encantaría que así fuera, abrir la relación por supuesto que no es una solución mágica a los problemas de pareja. Es una decisión compleja, que requiere honestidad, comunicación y una profunda conexión con unx mismx y con la otra persona. ¿Cómo saber si es lo mejor para nosotrxs? ¿Cómo diferenciar un deseo genuino de una forma de evadir otras conversaciones más incómodas?

Primero que todo, vale la pena entender que no estamos hablando solo de una cosa. Muchas veces se mete en el mismo saco a las relaciones abiertas y al poliamor, pero en realidad son distintas. Una relación abierta generalmente permite encuentros sexuales con otrxs fuera del vínculo principal, sin necesariamente involucrar sentimientos. El poliamor, en cambio, implica la posibilidad de enamorarse de más de una persona al mismo tiempo y mantener vínculos afectivos con más de unx. Aunque pueden parecer similares desde afuera, en la práctica tienen implicancias distintas, tanto emocionales como logísticas. En este artículo, nos enfocaremos en las relaciones abiertas, sobre todo aquellas relaciones que empiezan cerradas y que se están cuestionando la apertura de la relación (sin desmedro de que esto, a futuro, permita que de una relación abierta se transforme en un poliamor).

En las parejas LGBTIQ+ esto no solo es común, sino que tiene una raíz muy particular. Muchxs de nosotrxs crecimos cuestionando las normas, y eso también nos permite cuestionar el modelo de relación tradicional. La monogamia, como la heterosexualidad, fue presentada como la única opción válida. Pero al salir del clóset —no solo con nuestra orientación o identidad, sino también con nuestros deseos y formas de vincularnos— se nos abre un mundo nuevo. Y en ese mundo, las relaciones abiertas o el poliamor son formas completamente válidas y posibles, que se ajustan a lo que muchxs estamos buscando: autenticidad, libertad y conexión honesta.

Ahora bien, no porque se hable más del tema o veamos a muchas parejas abriendo su relación, significa que sea lo adecuado para todxs o para todo momento. Entonces, ¿cómo saber si estamos listxs?
Antes de planteárselo a tu pareja, puede ser muy valioso que te hagas algunas preguntas a ti mismx. ¿Por qué quiero abrir la relación? ¿Lo hago por curiosidad, por deseo, por convicción o por miedo a perder algo? ¿Me siento segurx y en paz con la idea de ver a mi pareja con otrx? ¿Qué sentiría si yo tengo muchas experiencias y mi pareja no, o al revés? ¿Confío lo suficiente en nuestra comunicación como para hablar de esto con honestidad y sin esconder nada? ¿Estoy preparadx para gestionar emociones como los celos, la inseguridad o la comparación?

Estas preguntas no buscan desanimarte, sino ayudarte a conectar con lo que realmente sientes. Porque mientras más claridad tengas tú, más claridad podrás ofrecerle a tu pareja cuando llegue el momento de conversarlo.

Es importante también que sepas que, muy probablemente, aunque pienses que te hayas cuestionado todos los escenarios posibles, siempre va a haber algún escenario que no previste, que te dolió y que requerirá de una nueva conversación. Porque para poder abrir una relación de manera sana y cuidadosa, debe existir no una, sino muchas conversaciones, ya que somos humanxs y aunque nuestra cabeza entienda muchas cosas, nuestro corazón a veces no se explica muchas otras.

Una buena señal para abrir la pareja es sentir que queremos abrirla desde un lugar de plenitud, no desde la carencia. Que lo estamos pasando bien con nuestra pareja, que tenemos una base sólida de confianza, diálogo y cariño, y que queremos experimentar algo nuevo para sumar, no para reemplazar. Si estás pensando en abrir la relación para "salvarla", es importante hacer una pausa. Porque abrir una relación no arregla lo que está roto. No va a traer de vuelta la pasión si ya no hay conexión, ni va a resolver una infidelidad pasada o una distancia emocional que no se ha trabajado. Es como intentar decorar una casa con un suelo pantanoso: lo que construyas se va a desmoronar tarde o temprano.

Ángeles Muñiz, psicóloga de parejas de PrideMe (el centro clínico que dirijo), nos comunicó un consejo que le suele decir a las parejas que atiende y que plantean abrir su relación y que me gustaría compartir: "es clave entender que abrir la relación debería ser un complemento para la relación, no un suplemento". Es decir, viene a sumar a lo que ya tenemos, no a reemplazar lo que nos falta. Una relación abierta debería pensarse como una expansión de nuestra intimidad y complicidad, no como un intento de rescatar lo que ya se está perdiendo. Si lo que nos motiva a abrir la relación es la emoción de compartir nuevas experiencias y la certeza de que nuestra base es sólida, probablemente estemos listxs para dar ese paso. Pero si lo que nos mueve es el vacío, la frustración o el resentimiento, lo más sano es detenernos y mirar hacia adentro primero.

Intentar abrir la relación como una forma de arreglar lo que no funciona es como pintar una pared con humedad: tal vez se vea mejor por un rato, pero la raíz del problema sigue ahí, y tarde o temprano, va a volver a salir. Ninguna persona externa —por más atractiva, estimulante o diferente que sea— va a venir a solucionar lo que nos está faltando dentro del vínculo. De hecho, abrir la relación desde ese lugar puede incluso generar más inseguridad, más conflictos y más dolor.

Por eso, si vamos a abrirnos a nuevas posibilidades, que sea desde el deseo de expandir lo que ya florece, no desde la urgencia de tapar lo que duele. Que sea porque queremos seguir creciendo juntxs, no porque ya no sabemos cómo estarlo. Porque lo que se construye desde el amor, se fortalece. Pero lo que se construye desde la carencia, se desarma.

Por eso, abrir la relación puede ser una experiencia hermosa, sí. Pero también puede ser un camino desafiante. No está mal tener miedo, ni sentir celos, ni estar insegurx. Lo importante es que puedas ser honestx contigo mismx y con quien amas. Que se atrevan a preguntarse, a escucharse, a nombrar los miedos sin vergüenza y las ganas sin culpa.

Un buen punto de partida para iniciar esta conversación es desde la curiosidad y no desde la urgencia. Podrías decir algo como: “He estado pensando en cómo podrían verse otras formas de relación para nosotrxs” o “¿Qué piensas sobre las relaciones abiertas? Me gustaría saber cómo lo ves tú”. Hablar desde el deseo de explorar juntxs, y no desde una necesidad ya definida, abre espacio al diálogo sin generar presión.

Es importante elegir un momento tranquilo, sin distracciones ni conflictos recientes, para que la conversación tenga espacio para florecer. Usar frases en primera persona, como “yo he estado sintiendo...” o “yo me he estado preguntando...”, ayuda a que la otra persona no se sienta atacada ni enjuiciada. Y sobre todo, entrar a la conversación con apertura: no solo para plantear lo que sentimos, sino también para escuchar lo que el otrx necesita, teme o desea.

Y si deciden hacerlo, que lo hagan desde el amor. No para buscar algo que les falta, sino para ampliar lo que ya tienen. Como quien abre una ventana, no porque le falta aire, sino porque quiere ver el mundo desde otro ángulo.

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