Drogas y Chemsex en la Comunidad LGBTIQ+

Para muchxs, las fiestas en la comunidad LGBTIQ+ son espacios de libertad, de celebración y de encuentro. Sin embargo, hay una realidad que se esconde entre las risas y los abrazos: el uso de drogas en estos espacios, una práctica que ha sido normalizada y que, en muchos casos, se convierte en parte de la experiencia.

El término "chemsex" ha tomado protagonismo en los últimos años. Se refiere al uso de sustancias químicas para prolongar y potenciar encuentros sexuales. Metanfetaminas, GHB (conocido como "G"), éxtasis y ketamina son algunas de las más utilizadas. El objetivo es claro: aumentar el placer, extender la duración del sexo y romper ciertas barreras psicológicas. Pero este fenómeno no es nuevo, ni exclusivo de un grupo en particular. En distintos contextos, el uso de sustancias se ha asociado a la liberación, la desinhibición y la búsqueda de conexiones más profundas.

¿Por qué es tan común el uso de drogas en la comunidad LGBTIQ+? Las razones son diversas y complejas. Por un lado, muchxs de nosotrxs crecimos enfrentando estigmas, discriminación y rechazo, lo que puede llevar a buscar espacios de escape y aceptación. No es solo una cuestión de querer divertirse, sino de encontrar un lugar donde podamos ser nosotrxs mismxs sin miedo al juicio, sin la necesidad de esconder lo que somos. Las fiestas y los encuentros sexuales se vuelven ese refugio donde, por un momento, las miradas críticas desaparecen y se experimenta una libertad que en otros contextos está limitada. El uso de sustancias en esos espacios muchas veces facilita esa conexión emocional y física que, en ocasiones, se ve truncada por el miedo o la vergüenza. En un mundo que constantemente juzga, las drogas funcionan como un puente para derribar esas barreras, permitiéndonos conectar desde un lugar más genuino y libre de prejuicios. Para muchxs, es una forma de dejar atrás el peso de los prejuicios, aunque sea por unas horas. ¿Pero cuál realmente es el significado psicológico detrás de la droga? ¿Lo hacemos para conectarnos con lxs demás o para desconectarnos de la realidad? Sigue leyendo porque más abajo te lo explico.

A pesar de las sensaciones placenteras que drogarse puede generar, normalizar este tipo de prácticas tiene sus consecuencias, muchas veces silenciadas por un pacto de complicidad tácito. No se habla lo suficiente de los efectos secundarios, de los riesgos asociados al consumo desmedido y de la dependencia que se puede generar. La línea entre "pasarla bien" y poner en riesgo la salud es delgada y, a menudo, se cruza sin siquiera darnos cuenta. El chemsex, por ejemplo, puede llevar a prácticas sexuales sin protección, exponiendo a las personas a infecciones de transmisión sexual (ITS) y a situaciones de vulnerabilidad en las que el consentimiento se ve difuminado. En un contexto donde el placer y la desinhibición parecen ser la regla, la capacidad de decidir libremente y sin coacción se ve alterada. El consentimiento, entonces, se torna ambiguo, cuestionable, y es aquí donde el riesgo no solo es físico, sino profundamente emocional. A esto se suma el riesgo de sobredosis y de efectos adversos que pueden ser devastadores para la salud mental y física, pudiendo llevar incluso a la muerte. No es solo el cuerpo el que sufre, es también la mente la que paga el precio: ansiedad, paranoia, depresión y aislamiento son consecuencias silenciosas, que a menudo se camuflan bajo el disfraz de la diversión. Lo complejo de la situación es que los efectos adversos de la droga suelen verse a largo plazo. Nadie es adicto luego de las primeras veces de consumo, pero basta cruzar ese difuso puente entre el "probar" y entre el "consumir recreativamente" para que podamos considerarlo un riesgo. 

Hablar de esto no es fácil. Hay un pacto implícito en muchos espacios para no cuestionar lo que sucede en esas fiestas, para no juzgar, para dejar que cada unx viva su libertad como mejor le parezca. Pero, ¿es realmente libertad cuando no se hablan de los riesgos? Hay un silencio incómodo que se instala en esos espacios, como si mencionar el daño rompiera el hechizo de la fiesta. Y es cierto, cada unx es dueñx de su cuerpo y sus decisiones, pero eso no significa que no podamos hablar de autocuidado, de reducir riesgos y de estar más informadxs sobre lo que consumimos y cómo lo hacemos. Romper el silencio no es juzgar, es cuidar; es generar conciencia para que el disfrute no esté en contradicción con el bienestar y la salud mental.

 El uso de drogas en entornos como el chemsex ha abierto un debate interesante sobre el motivo real que hay detrás del consumo: ¿lo hacemos para desconectarnos de una realidad difícil o, al contrario, para buscar una conexión más profunda? En los últimos años, investigaciones en el ámbito de la salud mental han demostrado que lo opuesto a la adicción no es la sobriedad, sino la conexión. Esto significa que cuando una persona cuenta con un entorno seguro y con vínculos afectivos profundos, su propensión al consumo de sustancias disminuye considerablemente. La falta de redes de apoyo, el rechazo social y la ausencia de espacios seguros dentro de la comunidad LGBTIQ+ pueden llevar a muchxs a buscar en las sustancias esa conexión emocional que no encuentran en su día a día. Incluso, la falta de vínculos profundos puede generar ese riesgo, independientemente de la cantidad de amigxs que tengas. Porque puedes tener muchísimos amigxs con los que compartes, pero aquí no hablamos de la cantidad de amigxs que tengas, sino de la calidad de esa amistas. Por lo tanto, no es simplemente el placer químico lo que se persigue, sino la posibilidad de conectar sin juicios, sin miedo, sin barreras. Tal vez, en esos espacios, por un breve instante, las drogas parezcan ofrecer aquello que el mundo nos ha negado: pertenencia, aceptación y libertad.

Si decides participar en un espacio donde el chemsex sea parte de la dinámica, hay formas de cuidarse. Una de las primeras es conocer las sustancias que se están utilizando: saber sus efectos, cuánto tiempo duran en el cuerpo y qué combinaciones pueden ser peligrosas. Investigar previamente cada droga y estar informadx sobre los riesgos que implica mezclarlas, como el GHB con alcohol, que puede ser fatal, o la metanfetamina con éxtasis, que aumenta peligrosamente la presión arterial.

También es fundamental estar rodeadx de personas de confianza, que puedan apoyarte si algo sale mal y que respeten tus decisiones. Idealmente, acordar señales de emergencia para saber si alguien necesita ayuda y contar con alguien sobrio que pueda actuar en caso de complicaciones es una medida que puede salvar vidas. Además, compartir tu ubicación en tiempo real con alguien de confianza es una práctica de seguridad adicional.

Durante los encuentros, mantenerse hidratado es crucial, ya que muchas sustancias aumentan la temperatura corporal y el ritmo cardíaco. Tener agua cerca y recordar beber con frecuencia es fundamental para evitar deshidratación. También es recomendable comer antes del consumo, ya que muchas drogas disminuyen el apetito y podrían llevarte a un colapso por falta de energía.

El descanso entre sesiones es otra práctica esencial para reducir daños. Muchas veces, la adrenalina y la euforia pueden hacer que se prolongue el consumo sin pausa, pero escuchar al cuerpo y darle tiempo para recuperarse puede marcar la diferencia. Además, estar atentx a las señales de tu cuerpo—como mareos, sudoración excesiva, palpitaciones o confusión—es un indicio claro de que algo no va bien.

Finalmente, contar con métodos de protección como preservativos, lubricantes y, si es posible, PrEP para prevenir infecciones de transmisión sexual (ITS), junto con pruebas rápidas y periódicas, ayuda a reducir significativamente los riesgos asociados. Estar informadx, preparadx y rodeadx de un entorno seguro no elimina los riesgos, pero los reduce considerablemente.

En última instancia, es importante recordar que nuestra libertad también implica cuidado. Cuidarnos entre nosotrxs, proteger nuestros cuerpos y nuestras emociones, y hablar de estos temas sin miedo ni prejuicio. Porque solo a través del diálogo y la conciencia podemos crear espacios verdaderamente seguros, donde el placer no esté reñido con el bienestar. Cuidarnos significa también reconocer la vulnerabilidad que existe en estos espacios y aprender a mirar por lxs demás. Es entender que la verdadera libertad no se construye en el silencio, sino en la conversación honesta sobre lo que nos afecta, sobre los riesgos y sobre las maneras en que podemos estar más segurxs. Cuidar de lxs demás es también un acto de resistencia, un grito silencioso que dice: "Aquí estás segurx". Porque la libertad no es solo hacer lo que queramos, es también velar por el bienestar de quienes comparten nuestros espacios, es abrazar esa conexión que nos une y protegerla del daño. Solo así, entre redes de apoyo y cuidado mutuo, podemos construir comunidades más fuertes y seguras, donde el placer y el bienestar no tengan que estar en constante contradicción. Y quizás -si es que así lo quisieras- tu consumo disminuya considerablemente si es que te propones construir vínculos significativos y profundos, para que así puedas tener una mejor salud y calidad de vida para tu futuro.

Conéctate a nuestra Comunidad y sigue recibiendo contenido de valor!

Únete a mi lista de suscriptores para que puedas recibir avisos de cuando publique nueva información sobre mi blog, contenidos, talleres y cursos!

No te preocupes, tu información está segura conmigo :)

No soporto el SPAM! Así que no te preocupes que no estaré llenándote de mails, solo te enviaré mails que sé que te podrán servir y ayudar :)