En boca de todxs: Cuando TODO el mundo se entera que eres LGBTIQ+

Salir del clóset no es solo una conversación, es un proceso que se vive en capas y muchísimas veces. Una primera revelación frente al espejo, una charla íntima con alguien de confianza, una confesión en terapia, una publicación tímida en redes, una mirada distinta a tu manera de habitar el mundo. Para muchxs, el proceso comienza con un pequeño paso: contárselo a alguien cercano con quien nos sintamos segurxs. Una amiga. Un hermano. Una figura adulta cercana. Y desde ahí, comienza a girar la rueda.

Esa rueda puede parecer lenta al principio, pero de pronto empieza a tomar velocidad. Y cuando te das cuenta, la información ha viajado más rápido de lo que esperabas. Tu tía se enteró por tu prima. Un compañerx del trabajo lo escuchó en el pasillo. Algún conocido comenzó a hacer preguntas incómodas. Gente que no elegiste, en momentos que no planificaste, con reacciones que no podías prever. De un momento a otro, pareciera ser que comenzaste a ser un chisme (o un "cahuín" como decimos en Chile). Pasaste a estar en boca de todxs. Todo eso puede generar una gran incomodidad. Esa sensación de que, sin querer, se rompió una barrera de intimidad. Y aparece el vértigo.

"¿Supiste que Francisco, el de Finanzas, es gay?". "¿Te enteraste que Olivia, la que iba con nosotros a la clase de matemáticas, está de novia con otra chica?".

A esto muchxs lo conocen como el efecto bola de nieve. Esa sensación de que, una vez que comenzaste a hablar, ya no hay vuelta atrás. Como si tu verdad se hubiese soltado al viento, y ahora estuviera rebotando de boca en boca, entre miradas, rumores, comentarios. Y aunque puede haber una parte de ti que se sienta aliviada porque ya no hay nada que esconder, también puede haber otra parte profundamente angustiada.

Sentirte en boca de todxs no es algo menor. Especialmente si vienes de una historia donde tu identidad estuvo escondida, protegida, guardada bajo siete llaves. De pronto, lo que fue privado se vuelve público. Lo que antes decidías compartir bajo tus propios términos y con personas puntuales, ahora es tema de conversación, de opinión, incluso de juicio.

Y es ahí donde aparece la ambivalencia. Porque sí puede ser cierto que ya no quieres ocultarte, una parte de ti celebra que tienes mayor visibilidad y se siente orgullosa de no tener que mentir, de poder mostrarse tal cual es. Pero también puede haber otra parte —más vulnerable, más insegura, más herida— que se siente expuesta, invadida y desprotegida.

¿Y qué se hace cuando se sienten ambas cosas a la vez? ¿Cuando sentimos alegría por liberarnos de ese secreto, pero también angustia por sentirnos expuestos?

Primero: validar esa ambivalencia. No estás mal por sentirte raro. No estás exagerando. No estás traicionando tu proceso por querer volver a tu caparazón por un rato. No todos los procesos de liberación se viven con alegría inmediata. A veces, incluso lo que deseamos profundamente puede darnos miedo. Salir del clóset no es un acto mágico que disuelve años de inseguridades. Es un camino, y en ese camino hay curvas, tropiezos, avances y retrocesos.

Segundo: reconocer la necesidad de seguridad emocional. Cuando la información sobre tu orientación o identidad comienza a circular más allá de tu círculo cercano, puede ser útil volver a tus espacios seguros: esas personas que fueron tus pilares al inicio del camino. Aquellxs que te escucharon sin juzgar. Que celebraron tus pasos sin presionarte a seguir corriendo. Rodéate de ellxs. Cuéntales cómo te sientes. A veces, basta con que alguien te diga: “Entiendo cómo te sientes, y estoy aquí” para que la angustia se alivie un poco.

Tercero: poner límites, aunque ya "se sepa". Que alguien se haya enterado no significa que tenga derecho a opinar, preguntar o invadir tu espacio. Puedes decir frases como:

  • “No me siento cómodx hablando de eso ahora.”

  • “Prefiero no entrar en detalles.”

  • “Mi orientación no es tema de conversación para mí en este contexto.”

Recordar que tu historia sigue siendo tuya, incluso si se volvió más visible, puede ayudarte a recuperar la sensación de control.

También es importante trabajar en redefinir tu narrativa interna. Cuando sentimos que todxs están hablando de nosotrxs, podemos caer fácilmente en pensamientos catastróficos: “van a hablar mal de mí”, “se van a reír”, “soy el cahuín (chisme) de la oficina", etc. Pero, ¿y si no? ¿Y si muchxs están simplemente contentxs por ti? ¿Y si hay personas admirando tu valentía en silencio? ¿Y si quienes te juzgan dicen más de ellxs que de ti?

Cuestionar estas ideas puede ayudar a salir de la angustia anticipatoria y recuperar perspectiva. Puedes escribir lo que te da miedo que piensen, y luego escribir una posible mirada alternativa. Así comienzas a equilibrar tu percepción.

Otro ejercicio útil es el siguiente: imagina que unx amigx muy queridx estuviera pasando por lo mismo. ¿Qué le dirías? ¿Le dirías que se esconda de nuevo? ¿O le recordarías lo valiente que es por ser quien es? Esa compasión que ofreces a otrxs, intenta también dártela a ti mismx.

Ahora bien, si aún estás en un proceso donde sólo tu círculo más cercano lo sabe, pero te sientes con ganas de ampliar tu visibilidad, hay formas cuidadosas de hacerlo. Algunas ideas:

  • Empieza por espacios controlados: contarlo en conversaciones uno a uno, donde tengas margen de contención y pedir que por favor guarden tu secreto hasta que tú te sientas listx para que se expanda.

  • Practica decirlo en voz alta: aunque sea en el espejo, a veces necesitamos acostumbrarnos a escucharnos nombrando lo que somos.

  • Identifica tus miedos: ¿a quién temes contarle? ¿Qué es lo que tienes miedo que ocurra? A veces, ponerle nombre al miedo lo hace más manejable, porque desde ahí puedes trabajarlo.

  • Refuerza tus redes: salir del clóset se hace más llevadero cuando se hace desde la conexión. Apoyarte en comunidades LGBTIQ+, grupos de apoyo, terapia con psicólogxs especialistas en personas LGBTIQ+ y/o amistades con experiencias similares puede darte un gran sostén.

Y si ya todo el mundo lo sabe, puede que llegue un punto en el que simplemente empieces a dejar de pensar en eso como "un tema". Porque en verdad no debería serlo. Y cada día que pasa sin tener que explicar quién eres, es un día ganado para tu libertad. Puede que no suceda de inmediato. Pero llegará el momento en el que te darás cuenta que ya no estás pensando todo el rato en quién lo sabe y quién no. Estás viviendo. Y eso es una forma de orgullo también.

Salir del clóset es un proceso psicológico profundo. No es una simple frase que se dice. Es una reconfiguración de la identidad. Un reencuentro contigo mismx. Y en ese reencuentro, es normal sentir vergüenza, miedo, incertidumbre. Especialmente en contextos donde ser LGBTIQ+ ha sido históricamente motivo de rechazo o discriminación.

Por eso es tan importante que sepas esto: no tienes que tener todas las respuestas. No tienes que estar segurx todo el tiempo. Estás aprendiendo a ser tú, y eso ya es muchísimo.

A veces, el ruido de estar “en boca de todxs” se apaga cuando empezamos a escucharnos más a nosotrxs mismxs. Porque lo que pienses tú de ti vale más que cien opiniones externas. Esa libertad no te lo quita nadie.

 

Aprovecho de recordarte que PrideMe es un centro de salud mental que fundé hace unos años, donde contamos con un equipo hermoso de profesionales especialistas en personas LGBTIQ+ que pueden ayudarte en este o en cualquier otro tema que estés viviendo. Siempre en un espacio seguro, libre de discriminación y pensado para ti. Puedes agendar conmigo o con quien más resuene contigo en www.prideme.cl :)

Conéctate a nuestra Comunidad y sigue recibiendo contenido de valor!

Únete a mi lista de suscriptores para que puedas recibir avisos de cuando publique nueva información sobre mi blog, contenidos, talleres y cursos!

No te preocupes, tu información está segura conmigo :)

No soporto el SPAM! Así que no te preocupes que no estaré llenándote de mails, solo te enviaré mails que sé que te podrán servir y ayudar :)