Hace unas semanas abrí las inscripciones para mi Entrenamiento Gratuito “Salir del clóset no basta: Cómo descubrir si sigues en el clóset invisible y empezar a sentirte libre siendo quien eres”, que realizaré este miércoles 26 de noviembre a las 18:00 hrs (Chile/Argentina).
Y debo decirte algo: pocas veces me he sentido tan movilizado preparando un entrenamiento como este. No solo porque hablar del clóset es hablar de una experiencia que todos en la comunidad LGBTIQ+ conocemos de alguna forma, sino porque siento que hoy, más que nunca, seguimos necesitando conversar sobre lo que significa realmente “vivir fuera del clóset”. Si quieres participar de este entrenamiento, puedes hacerlo haciendo click aquí.
En las últimas semanas, mientras preparaba el contenido, me encontré recibiendo muchos mensajes que se repetían con una idea en común: “No necesito salir del clóset para ser feliz”. Algunos me decían que su vida privada se quedaba en lo privado, que no era necesario que la familia lo supiera, que no todos tenían por qué saberlo, y que podían llevar una vida tranquila sin tener que explicarse ante nadie.
Y en teoría, tienen razón. En un mundo ideal, no tendríamos que salir del clóset, porque el clóset simplemente no existiría. Pero lamentablemente aún vivimos en un mundo heteronormado, queramos o no. Vivimos en un mundo que todavía exige explicaciones, que todavía asume que somos heterosexuales o cisgénero hasta que digamos lo contrario, y que sigue castigando con el silencio o la desaprobación a quienes no encajamos en su molde. Por eso, aunque nos gustaría que salir del clóset fuera innecesario, hoy sigue siendo un acto necesario y la única herramienta para sentirnos libres.
Durante muchos años yo también me repetí la misma idea: que no era necesario contarlo, que no hacía falta “dar explicaciones”, que podía vivir mi vida como homosexual sin que mis padres se enteraran. Era mi forma de defenderme. Me decía que no quería poner etiquetas, que lo importante era ser buena persona, que mi vida sentimental era asunto mío. Pero detrás de esos argumentos, había miedo. Un miedo profundo, sutil, pero constante. Miedo a decepcionar a mi familia, a que me dejaran de querer, a perder el respeto de quienes admiraba, a no ser suficiente. Y con los años entendí que eso que a veces llamamos “decisión personal” no siempre lo es tanto. A veces es una defensa inconsciente, una estrategia emocional para no sentir el dolor de imaginar que podrías ser rechazado por ser quien eres.
Muchos de nosotros crecimos en contextos donde aprendimos, sin que nadie nos lo dijera explícitamente, que lo que éramos no estaba bien. Nos enseñaron que había formas “correctas” de ser hombre o mujer, que el amor “verdadero” tenía una forma específica, que los gestos, los tonos de voz, las miradas o los intereses “debían ser de cierta manera”. Crecimos viendo el amor heterosexual en todas partes —en las películas, en los comerciales, en las canciones— y aprendimos a callar todo lo que se saliera de ese guion. Entonces, cuando de adultos decimos “yo no necesito salir del clóset”, muchas veces lo que en realidad decimos es “aprendí a sobrevivir escondiéndome, y no quiero volver a sentir el miedo que sentí cuando era niño”.
Salir del clóset, entonces, no se trata solo de hacer una declaración o publicar algo en redes. Es un proceso psicológico profundo, que tiene más que ver con reconciliarte contigo mismo que con contárselo al mundo. No se trata de gritarlo a los cuatro vientos, sino de dejar de vivir con miedo a ser descubierto. Y eso, créeme, cambia la vida. Cuando logras hablar de ti sin que se te encoja el estómago, cuando puedes decir el género de tu pareja ("novio" o "novia") sin esconderlo detrás del neutro "pareja", cuando puedes subir una foto y dejar de preocuparte por quién la va a ver, algo dentro de ti se acomoda. El cuerpo se relaja, la mente se aquieta, y de pronto te das cuenta de que llevabas años respirando a medias.
Y ojo: no digo que todos deban hacerlo al mismo tiempo ni de la misma forma. Hay contextos en los que salir del clóset literalmente pone en riesgo la vida. Hay países donde la homosexualidad se castiga con cárcel, con violencia o incluso con la muerte. Y en esos casos, claro que hay que resguardarse. Nadie tiene que exponerse al peligro para demostrar autenticidad. O bien en países donde no es ilegal ser LGBTIQ+, siguen existiendo ciertos lugares y rincones que sí pueden ser muy peligrosos como para mostrarse libremente.
Pero cuando hablamos de contextos donde no hay peligro físico, ahí cambia la cosa. Si estamos en lugares que son objetivamente seguros, y nos restringimos y nos escondemos, ahí ya no estamos hablando de proteger tu vida, sino que estamos hablando de miedo al rechazo, a la vergüenza y a sentirnos expuestos. Y muchas veces no lo hacemos para protegernos, sino porque todavía no creemos que merezcamos mostrarnos.
Por eso me parece importante hacer una distinción: una cosa es restringirte para proteger tu vida, y otra es restringirte para no sentir vergüenza. Cuando te ocultas por miedo a la violencia, estás actuando con instinto de supervivencia. Pero cuando te ocultas por vergüenza, lo que estás haciendo es seguir validando el mensaje que alguna vez te hirió, ese que decía que lo tuyo estaba mal. Y mientras sigas actuando desde ese lugar, no vas a sentirte libre, aunque jures que estás “bien así”.
También hay quienes me dicen que “su familia no necesita saberlo”. Y lo entiendo. Pero cuando alguien me dice que “es feliz así”, mi experiencia me dice que muchas veces no es una felicidad real, sino una forma de conformarse. Porque nadie puede sentirse plenamente libre si tiene que seguir actuando un papel frente a las personas que ama. Puedes convencerte de que no te afecta, pero en el fondo, hay algo en ti que sabe que estás escondiendo una parte importante de tu historia. Y eso pesa en la mirada, en la voz, en la manera en que caminas, incluso en la forma en que te enamoras. Porque la autenticidad no se negocia: o estás siendo tú o estás interpretando un personaje. No hay punto medio.
Yo sé lo difícil que es dar ese paso. No lo digo desde la teoría, lo digo porque lo viví. Sé lo que es mirar a tu mamá o a tu papá y sentir que todo lo que eres puede desmoronarse en un segundo. Sé lo que es planear cada palabra.
Pero también sé lo que se siente después: esa mezcla de alivio, miedo y libertad que nunca había sentido antes. No fue perfecto, no fue un camino lineal, pero fue hermoso y necesario.
Y la vida real, aunque duela, siempre es mejor que la vida en secreto. Independientemente de la reacción que recibas, te prometo que es mucho menos doloroso saber que tus papás no te aceptan (si ese fuese el caso), a vivir con la incertidumbre de nunca saberlo. La verdad te da certezas, la incertidumbre te carcome por dentro.
Salir del clóset no te quita problemas, pero te da coherencia. Te da la posibilidad de construir una vida en la que lo que piensas, lo que sientes y lo que muestras van en la misma dirección. Te da la oportunidad de crear vínculos más auténticos, de rodearte de personas que te quieren de verdad, no de las que te quieren por la versión que mostraste. Te da permiso para respirar, para amar sin medir tus gestos, para decir “te quiero” sin tener que mirar hacia los lados antes. Y aunque haya miedo, aunque haya incertidumbre, lo que viene después es un tipo de libertad que no se compara con nada.
Entiendo perfectamente a quienes aún no se sienten listos. No hay un momento “correcto”. Cada quien tiene su proceso, su historia, sus heridas y sus tiempos. Pero lo que sí creo es que todos, en algún punto, merecemos vivir sin escondernos. Y eso no se logra si es que no atravesamos el clóset, aunque duela. Porque cuando lo haces, no solo sales del clóset ante los demás: sales del clóset contigo mismo. Dejas de engañarte, dejas de adaptarte, y empiezas a construir una versión de ti que, aunque no conozcas, te prometo que es mucho mejor que la versión de hoy.
Te recuerdo que en pocos días estaré dictando mi Entrenamiento Gratuito “Salir del clóset no basta: Cómo descubrir si sigues en el clóset invisible y empezar a sentirte libre siendo quien eres”, que será el miércoles 26 de noviembre a las 18:00 hrs (Chile/Argentina). Quiero que sea un espacio donde hablemos sin miedo, donde puedas reconocer en qué áreas de tu vida sigues escondiéndote —aunque ya hayas salido del clóset hace años—, y donde te lleves herramientas reales para empezar a vivir con más autenticidad y paz interior. No será solo una charla; será una experiencia para entenderte, para abrazar tu historia y para recordar que ser tú nunca fue el problema. Puedes inscribirte haciendo click aquí.
Ojalá algún día nadie tenga que salir del clóset. Ojalá amar, vivir, vestir, o hablar como somos deje de ser un acto de valentía. Pero mientras ese mundo llega, salir del clóset sigue siendo el primer paso para dejar de sobrevivir y empezar a vivir de verdad. Y si hoy tienes miedo, recuerda esto: el miedo se disuelve cuando la libertad empieza a sentirse más grande que la vergüenza.
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