Esto te puede estar pasando hoy por haber crecido sintiéndote diferente

Hay algo que quizás no te habías detenido a pensar, pero que puede estar afectándote más de lo que crees hoy en día: haber crecido sintiéndote diferente al resto. Para muchxs de nosotrxs, la adolescencia no fue simplemente una etapa de cambios hormonales y dudas existenciales. Fue también un período en el que nos dimos cuenta de que el mundo no estaba diseñado para nosotrxs. Mientras otrxs hablaban con soltura de sus crushes en el colegio, nosotrxs sentíamos que teníamos que esconder lo que realmente sentíamos. Mientras otrxs podían encontrar referencias en el cine, la televisión o los libros, nosotrxs veíamos historias que no nos incluían, o peor aún, que nos mostraban como un chiste o un castigo.

Sentirse diferente no es solo una sensación abstracta. Es algo que pesa, que se acumula, que te hace cuestionarte constantemente si hay algo malo en ti. Y lo peor es que, en muchxs casos, esa diferencia no solo se siente, sino que es castigada. Puede ser a través de comentarios hirientes, bullying, rechazo familiar o simplemente la falta de espacios donde podamos sentirnos segurxs y comprendidxs. Esa sensación de estar fuera de lugar no solo impacta en nuestra autoestima, sino que también moldea la forma en que nos relacionamos con el mundo y con nosotrxs mismxs.

Esa soledad que sentimos en la adolescencia no desaparece mágicamente al crecer. A veces, sin darnos cuenta, seguimos cargando con esa sensación de estar desconectadxs de los demás. Puede manifestarse en inseguridad al relacionarnos con otrxs, en miedo al abandono, en la necesidad de validación constante o en la dificultad para establecer relaciones profundas y genuinas. Y es que cuando pasamos años sintiéndonos diferentes y aislados, puede volverse un hábito protegernos a través del desapego, el distanciamiento emocional o incluso la autosuficiencia extrema.

Si creciste sintiéndote diferente y esa diferencia fue castigada, es posible que hoy sientas una distancia con el mundo, incluso cuando estás rodeadx de gente. Tal vez te cueste confiar en lxs demás, o sientas que si muestras quién eres realmente, vas a ser rechazadx. Quizás te has vuelto expertx en adaptarte a lo que lxs demás esperan de ti, en vez de ser auténticx. O tal vez te cuesta dejar que alguien entre en tu vida por miedo a que, cuando realmente te conozca, decida alejarse.

Esta desconexión emocional puede manifestarse en varios aspectos de la adultez. En las relaciones de pareja, por ejemplo, es común que muchxs de nosotrxs sintamos miedo al compromiso, no porque no queramos amar, sino porque nunca aprendimos a confiar plenamente en que seremos aceptadxs con todo lo que somos. También puede reflejarse en nuestra vida profesional, en la sensación de que tenemos que demostrar constantemente que somos válidxs, que merecemos los espacios que ocupamos. Puede llevarnos a relaciones de amistad superficiales, donde nos cuesta compartir lo que realmente sentimos o nos da vergüenza pedir ayuda cuando la necesitamos.

Uno de los síntomas más importantes que se pueden desarrollar a partir de esto es la autoexigencia extrema. Cuando crecemos sintiéndonos diferentes y recibimos señales de que esa diferencia no es bienvenida, podemos empezar a creer que solo siendo perfectxs vamos a ser aceptadxs. La autoexigencia nos puede llevar a trabajar demasiado, a obsesionarnos con nuestra imagen o con lo que logramos, a medir nuestro valor en función de lo que lxs demás piensan de nosotrxs. Es un mecanismo de defensa que intenta protegernos del rechazo, pero que en el fondo solo nos aleja más de nosotrxs mismxs. La autoexigencia no es más que la manifestación de una herida de infancia que nos hizo creer que teníamos que esforzarnos el doble para merecer amor y aceptación.

Y el problema con esto es que la autoexigencia nunca nos da la paz que buscamos. Siempre hay algo más por alcanzar, algo más que mejorar, algo más que corregir en nosotrxs mismxs. Nos convertimos en nuestrxs peores críticxs, incapaces de reconocernos en nuestros logros porque en el fondo sentimos que nunca es suficiente. Y cuando esa mentalidad se traslada a nuestras relaciones, muchas veces nos hace creer que no somos dignxs de amor si no somos perfectxs. Terminamos en dinámicas donde nos sobreadaptamos a las necesidades de lxs demás, sin poner límites, sin priorizarnos, porque sentimos que nuestro valor está en lo que podemos ofrecer y no en quienes somos realmente.

Sanar esto no es fácil, pero es posible. Requiere darnos cuenta de que no tenemos que demostrarle nada a nadie para merecer amor y aceptación. Que no necesitamos encajar en un molde que nunca fue hecho para nosotrxs. Que nuestra diferencia no es un defecto, sino una parte valiosa de quienes somos. Y que merecemos rodearnos de personas que nos quieran, no a pesar de quienes somos, sino justamente por ello. Aprender a valorarnos sin condiciones, sin autoexigirnos de más, sin castigarnos por quienes somos, es un proceso que toma tiempo, pero que nos permite, finalmente, vivir con más libertad.

Uno de los primeros pasos para sanar es empezar a cuestionar las creencias que hemos cargado por años. ¿Realmente tengo que esforzarme el doble para ser aceptadx? ¿Realmente debo esconder quién soy para evitar el rechazo? ¿Realmente mi valor está en lo que logro y no en lo que soy? Estas preguntas pueden incomodar, pero son necesarias para romper con el ciclo de autoexigencia y empezar a construir una relación más sana con nosotrxs mismxs.

También es clave empezar a rodearnos de personas que nos reflejen aceptación y amor incondicional. No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos elegir en el presente a quiénes permitimos en nuestra vida. Buscar espacios donde nuestra diferencia sea celebrada, donde podamos ser nosotrxs mismxs sin miedo, es un acto de sanación profunda. Y si sientes que este proceso es demasiado grande para hacerlo solx, recuerda que hay profesionales que pueden acompañarte, que hay comunidades que te pueden sostener, que no tienes que recorrer este camino sin apoyo.

Porque sí, crecimos sintiéndonos diferentes, pero eso no significa que tengamos que seguir viviendo desde la soledad, la autoexigencia o el miedo. Merecemos construir una vida donde nuestra autenticidad no solo sea aceptada, sino valorada y celebrada. Y eso empieza por darnos el permiso de ser, sin filtros, sin miedo, sin tener que demostrar nada a nadie. ¿Porque quién dijo que ser diferente es malo? Es bacán :).

Conéctate a nuestra Comunidad y sigue recibiendo contenido de valor!

Únete a mi lista de suscriptores para que puedas recibir avisos de cuando publique nueva información sobre mi blog, contenidos, talleres y cursos!

No te preocupes, tu información está segura conmigo :)

No soporto el SPAM! Así que no te preocupes que no estaré llenándote de mails, solo te enviaré mails que sé que te podrán servir y ayudar :)