
No es raro escucharlo entre amigxs. Tampoco es raro vivirlo en carne propia: estar profundamente enganchadx de alguien que, claramente, es heterosexual. Que no está disponible emocional ni románticamente para nosotrxs. Y aún así, ahí estamos. Mirando sus historias, esperando respuestas, idealizando alguna señal de interés, a veces incluso sintiéndonos culpables por tener esa atracción.
Pero... ¿por qué pasa esto?
Esta experiencia es más común de lo que parece, y no tiene nada que ver con estar mal "de fábrica", ni con una torpeza emocional. Tiene raíces profundas que cruzan la cultura, el deseo, las heridas y la forma en que nos construimos como personas LGBTIQ+ en una sociedad que, todavía, sigue siendo bastante heteronormada.
La heteronorma no es solo una estructura externa que nos empuja a cumplir ciertos estándares de género y orientación. También se vuelve algo interno. Un molde que muchas veces, aunque conscientemente rechacemos, inconscientemente seguimos valorando. Porque fue lo que nos enseñaron como sinónimo de belleza, poder, admiración y éxito.
Muchxs gays, por ejemplo, se sienten más atraídxs por hombres que encajan en ese molde: masculinos, “discretos”, que "no parecen gays". No es casualidad que en Grindr o apps similares haya tantos perfiles que dicen “heterocurioso”, o incluso directamente “hetero”. Algunas veces es justamente algo verídico y legítimo, no hay nada de malo que personas heterosexuales quieran experimentar o curiosear. Recordemos que la conducta sexual no es lo mismo que la orientación sexual; esto es, lo que hacemos en la cama no necesariamente tiene relación con nuestra orientación. Sin embargo, otras veces, incluir "hetero" en la descripción de Grindr es una estrategia consciente -de otros gays- para generar atracción. Porque saben que dentro de la cultura gay, eso vende. Eso genera deseo. Y eso no está desconectado de una homofobia que aún vivimos como comunidad, aunque duela reconocerlo.
De hecho, hay hombres heterosexuales que han abierto cuentas en OnlyFans sabiendo que gran parte de su público (o TODO su público) son hombres gays. Lo saben. Y lo usan. Saben que su “heterosexualidad” se ha convertido en un fetiche, en un objeto de deseo para muchxs. Porque sigue estando cargada de poder simbólico. Porque muchos aprendimos, desde pequeñxs, a desear lo que el mundo nos dijo que era valioso: lo masculino, lo normativo, lo inalcanzable.
¿Qué es lo complejo de esto? Que nosotrxs mismxs seguimos perpetuando un sistema encasillante y que hace daño. En rigor, deseamos lo que permanentemente nos ha lastimado. El oprimido se convierte en el opresor. Y así, seguimos replicando ideas, normas y conceptos que solo privilegian a unos pocos y que dejan fuera a todo aquel que escape de esa norma estricta y dañina.
Ahora, más allá del componente cultural, también es importante mirar hacia adentro.
A veces, la atracción hacia personas heterosexuales puede ser un patrón. Algo que se repite. Me gusta alguien que no puede corresponderme. Y después, otra vez. Y otra.
Esto puede tener que ver con una forma de protegernos. Porque si me enamoro de alguien emocionalmente no disponible, me mantengo en una zona segura. No tengo que exponerme. No tengo que mostrarme del todo. No tengo que poner el cuerpo en la experiencia completa del amor, del deseo o del vínculo. Es una manera de evitar la vulnerabilidad, pero resulta una estrategia torpe porque nos aleja de la intimidad y nos acerca a salir heridxs.
Y esa evitación puede estar conectada con heridas de apego. Con historias en las que aprendimos que vincularse puede doler, que mostrarse puede implicar rechazo, que entregarse puede ser demasiado. Entonces prefiero engancharme de alguien que ya sé que no va a estar. Me enamoro a la distancia, desde la fantasía. Me ilusiono con algo que sé que no se va a concretar. Porque así no tengo que enfrentar el miedo a ser abandonadx. Así no tengo que enfrentar el miedo a que, esta vez, alguien sí me vea completamente.
Y claro, en algunxs casos también hay una dimensión más ligada a la orientación sexual en sí misma. A veces, me enamoro de personas heterosexuales porque, aunque haya salido del clóset, aún hay partes de mí que no se sienten cómodas con ser gay o lesbiana. Esto es lo que se llama "homofobia internalizada", la integración del estigma social que se tiene hacia la diversidad sexual en el propio sistema de valores inconscientes. Saber que ser LGBTIQ+ está bien, pero no poder sentirlo verdaderamente en el cuerpo. Entonces, en algunos casos, enamorarse de personas emocionalmente no disponibles (como por ejemplo: alguien heterosexual), puede significar que aún hay capas de homofobia internalizada que no se han sanado. Y entonces, sin darme cuenta, me enamoro de alguien con quien sé que no voy a poder vivir mi orientación. Como si fuera una forma inconsciente de rechazarme, como si fuera una forma inconsciente de no querer hacer realidad esta orientación sexual.
El problema es que este patrón tiene consecuencias. Porque perpetúa la frustración, porque nos deja atrapadxs en dinámicas donde siempre somos lxs que esperan, lxs que se ilusionan, lxs que no reciben lo que merecen. Se vuelve una autoafirmación de que el amor no es para mí, de que el amor siempre me va a doler, de que tengo que conformarme con migajas o con silencios.
Pero no tiene por qué seguir siendo así.
Romper este patrón no es fácil, pero es posible. Y no se trata de forzarse a gustar de otras personas, ni de sentirse culpable por lo que una parte de ti desea. Se trata de mirar de frente esas partes heridas. Reconocer de qué me está queriendo proteger esta atracción. ¿Qué me da estar enamoradx de alguien que no me va a corresponder? ¿Qué me ahorra? ¿Qué me impide?
También es importante revisar desde dónde estoy deseando. ¿Estoy eligiendo con libertad o desde lo que la cultura me enseñó que era valioso? ¿Estoy abiertx a conectar con personas que sí están disponibles emocionalmente? ¿O aún me cuesta entregarme a eso? ¿Estoy escogiendo a alguien que de verdad me gusta, o estoy escogiendo lo que me imagino que mi familia y amigxs quieren para mí?
Y, por sobre todo, hay que recordarse algo fundamental: merecemos vivir un amor que esté disponible. Que no solo exista en nuestra cabeza, sino que se sienta en el cuerpo, en el día a día, en el cuidado y en la reciprocidad. Que sea seguro, consistente, amoroso y se sienta como un refugio.
No eres menos por haberte enamoradx de una persona heterosexual. Solo eres humanx. Y estás intentando comprenderte en un mundo que nos enseñó a desear lo imposible. Pero también puedes desaprender. También puedes construir un nuevo mapa del deseo que esté más alineado con tu bienestar y tu autenticidad.
Porque el deseo no es una cárcel. Es una brújula. Y puede cambiar de dirección cuando nos atrevemos a mirar hacia adentro, a escucharnos, a sanar, y a elegirnos de verdad.
Conéctate a nuestra Comunidad y sigue recibiendo contenido de valor!
Únete a mi lista de suscriptores para que puedas recibir avisos de cuando publique nueva información sobre mi blog, contenidos, talleres y cursos!
No te preocupes, tu información está segura conmigo :)
No soporto el SPAM! Así que no te preocupes que no estaré llenándote de mails, solo te enviaré mails que sé que te podrán servir y ayudar :)