¿Una infancia heteronormada afecta en mi forma de amar?

 

Muchas personas que he ayudado, se preguntan por qué aman como aman. Otras se preguntan por qué nunca les resulta con nadie, o por qué atraen personas emocionalmente no disponibles, o por qué les cuesta tanto encontrar el amor, y un graaaan etcétera en torno a preguntas relacionadas al amor. Por lejos, la temática del amor y las relaciones es lo que más preocupa a mis consultantes.

Para muchxs que nos identificamos como personas LGBTIQ+, haber vivido en una sociedad heteronormada durante la infancia puede haber generado heridas profundas inconscientes que impactan en cómo experimentamos el amor en la adultez. Quédate leyendo, porque en este artículo exploraremos cómo esas experiencias de infancia, marcadas por el rechazo, el bullying y la necesidad de ajustarse a expectativas ajenas, influyen en nuestras relaciones amorosas y en nuestra capacidad de intimidad emocional hoy en día.

El apego en la infancia y cómo determina el amor en la adultez

La manera en que nos vinculamos con los demás está enraizada en la Teoría del Apego. Según John Bowlby, el padre de esta teoría, el apego en la infancia se forma a partir de la relación con nuestrxs cuidadores principales (pueden ser tus padres, algunx de tus padres, tus abuelxs, o cualquier otra persona que se haya dedicado a tu cuidado), determinando la seguridad emocional que sentimos al relacionarnos. Un apego seguro en la niñez facilita relaciones adultas saludables, mientras que un apego inseguro (apego ansioso, apego evitativo o apego desorganizado... ¿te suenan?) puede generar miedo al abandono, dependencia emocional, una supuesta autosuficiencia o una dificultad para confiar.

Sue Johnson, en su teoría del apego adulto, complementa esta visión al señalar que la forma en que amamos en la adultez es una extensión de esos primeros vínculos. Cuando la infancia está marcada por experiencias de rechazo o amor condicionado —como ocurre con muchxs de nosotrxs en la comunidad LGBTIQ+—, el amor adulto puede estar lleno de inseguridades y dudas. Podemos buscar constantemente la validación externa, temer ser abandonadxs o alejarnos del amor por miedo a ser heridxs.

Una infancia marcada por el bullying y el rechazo

Para muchxs de nosotrxs, la infancia no fue un espacio de aceptación incondicional, sino una etapa de lucha constante por encajar en un mundo que nos decía, explícita o implícitamente, que había algo mal en ser quienes éramos. Desde temprana edad, crecimos con la idea de que para ser amadxs, debíamos cumplir con ciertas expectativas sociales rígidas sobre lo que significa ser "hombre" o "mujer". Este mensaje estaba presente en la familia, el colegio, los medios de comunicación, las películas, y prácticamente en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana.

El bullying y el rechazo no solo provenían de compañerxs de clase, sino también de figuras de autoridad, políticxs, religiosxs, amigxs e incluso de la familia. Muchxs crecimos escuchando frases como "los hombres no lloran" o "compórtate como señorita" que, aunque parecían inofensivas, cargaban con el peso de la heteronorma: una imposición que dictaba cómo debíamos actuar, vestirnos, hablar y sentir. Estas experiencias nos enseñaron que ser como somos estaba mal y que había algo en nosotrxs que necesitaba corregirse.

Si bien estas son experiencias que a TODXS nos afectaron (personas hetero-cis y personas LGBTIQ+), se hacen aún más difíciles para personas de la Comunidad. Además de escuchar este tipo de frases basadas en roles de género como las que mencioné en el párrafo anterior, estábamos constantemente recibiendo discursos del tipo "los homosexuales se van a ir al infierno", "son unos perv*rtid*s", "ser homosexual es una enfermedad", "las mujeres trans son hombres disfrazados de mujer", y un sinfín de otros discursos lgbtifóbicos que nos hacían cada vez cuestionar nuestro valor como personas.

Para muchxs de nosotrxs, el amor en la infancia no fue incondicional. Se nos enseñó que el amor y la aceptación estaban atados a nuestra capacidad de ajustarnos a lo que se esperaba de nosotrxs en función de nuestro género. Por ejemplo, se premiaba a los niños por ser fuertes, dominantes y atléticos, mientras que se castigaba cualquier comportamiento que se considerara "femenino". A las niñas se les valoraba por su delicadeza, sumisión y feminidad tradicional, mientras que cualquier señal de independencia o interés en actividades tradicionalmente masculinas podía ser motivo de burla o reprimenda.

Este amor condicionado generó un mensaje muy claro: "Si quieres ser aceptadx y amadx, debes ajustarte a lo que se espera de ti. No puedes ser quien eres realmente." Como resultado, muchxs de nosotrxs aprendimos a ocultar aspectos esenciales de nuestra identidad para encajar en los moldes que nos imponían, sacrificando nuestra autenticidad por la promesa de aceptación social y familiar.

El miedo al rechazo también se convirtió en una constante. Este temor no era abstracto, sino muy real: el rechazo podía venir en forma de comentarios crueles en la escuela, amenazas de violencia, o incluso la posibilidad de ser expulsadxs del hogar. Este miedo llevó a muchxs a desarrollar mecanismos de protección emocional que continúan manifestándose en la adultez.

En lugar de poder explorar nuestra identidad con libertad, nos vimos obligadxs a "reprimirnos", a adaptar nuestra conducta y deseos para no ser descubiertxs y así evitar el castigo o la vergüenza pública. Para sobrevivir, creamos máscaras, adaptándonos a lo que otrxs esperaban de nosotrxs, a costa de desconectarnos de nuestra autenticidad.

Estas experiencias de rechazo y amor condicionado no desaparecen mágicamente al llegar a la adultez. Lo que ocurre, más bien, es que seguimos llevando ese mensaje interiorizado: "para ser amadxs, debemos ser lo que lxs demás esperan de nosotrxs, no lo que realmente somos". Esto nos conduce a relaciones y entornos donde, en lugar de mostrarnos auténticamente, buscamos desesperadamente encajar en moldes que no nos pertenecen.

En la adultez, esta necesidad de encajar puede manifestarse de diversas formas. Tal vez evitamos mostrar nuestra vulnerabilidad por miedo a que nos perciban como "débiles". O tal vez seguimos patrones heteronormativos en nuestras relaciones, creyendo que debemos cumplir con roles tradicionales de género para ser valoradxs. Quizá incluso lleguemos a adoptar comportamientos o actitudes que no son coherentes con nuestra esencia, pero que nos hacen sentir más segurxs en un mundo que todavía nos señala por ser diferentes. O creemos que es mejor mantenernos en el clóset. O creemos que en algunos entornos sí es correcto ser quiénes somos (como con nuestrxs amigxs), pero en otros entornos debemos mantenerlo en privado (como en el trabajo).

En fin, el mensaje es claro: si tuvimos una infancia en la que aprendimos que ser quienes somos no está bien, tendremos una adultez en la que inconscientemente estaremos rodeándonos de personas y entornos que reafirmen esa creencia limitante.

Todo esto nos aleja de nuestra verdadera autenticidad. En lugar de ser quienes somos, nos encontramos atrapadxs en un ciclo de aprobación externa, donde lo que pensamos, sentimos y hacemos está diseñado para encajar con lo que otrxs esperan de nosotrxs. Esta desconexión puede ser profundamente dolorosa, ya que sentimos que no somos libres para amar o ser amadxs de manera genuina. Incluso en nuestras relaciones más cercanas, a menudo nos encontramos tratando de cumplir con expectativas que no resuenan con nuestra verdadera identidad, lo que puede llevar a una falta de intimidad emocional y una sensación de vacío.

El resultado final es un ciclo perpetuo de insatisfacción, donde deseamos profundamente ser vistxs y amadxs por quienes realmente somos, pero tememos que al mostrarnos auténticamente, volvamos a ser rechazadxs, como lo fuimos en la infancia.

Consejos para integrar la historia personal y empezar a ser unx mismx

Superar las heridas del pasado y aprender a ser auténticxs requiere un proceso consciente de introspección y sanación. ¿Pero se pueden sanar estas heridas y poder ser unx mismx? Sí, se puede. Poder ser auténtico en TODOS los entornos de tu vida es algo que SÍ se puede lograr. Y lo sé porque lo he visto con cientos de personas que he ayudado, y también lo sé porque yo mismo trabajé en esas heridas mías. Hoy muy orgullosamente puedo decirte que soy como soy en todos los lugares de mi vida: con mi familia, con mis amigxs, en mi trabajo, incluso yendo a comprar al supermercado. No me restrinjo ni pido disculpas por ser quién soy. Y día a día sigo trabajando en mí mismo para seguir conectándome con mi verdadera autenticidad.

Pero para llegar a ser realmente auténticxs, no se trata de borrar lo que hemos vivido, sino de integrar esas experiencias en nuestra identidad para poder conectarnos plenamente con quienes somos hoy. A continuación, te brindaré 5 consejos esenciales para iniciar este camino hacia la autenticidad:

1. Reconocer las heridas

El primer paso hacia la sanación es reconocer que nuestras experiencias pasadas han dejado marcas profundas en nuestra forma de ser y de relacionarnos. Muchas veces, por miedo o dolor, intentamos minimizar o ignorar lo que hemos vivido, pero este enfoque solo prolonga el sufrimiento. La clave está en aceptar que esas heridas están ahí, que forman parte de nuestra historia y que es necesario mirarlas de frente y con compasión para comenzar a sanarlas.

2. Hablar con la pareja

La intimidad emocional es clave para construir relaciones profundas y auténticas, pero requiere de una comunicación abierta y honesta. Muchxs de nosotrxs, que crecimos en entornos heteronormativos y hemos sido rechazadxs o condicionadxs a ocultar nuestra identidad, podemos sentir miedo de abrirnos completamente a nuestra pareja, por miedo a perderla, a que nos rechace, a que nos enjuicie o a que dejemos de gustarle. Sin embargo, aprender a compartir nuestras historias, heridas y miedos con la persona que amamos es esencial para generar una conexión real. ¿Y si no tengo pareja? Es la misma lógica: en la medida que puedas ser más auténtico y seas 100% tú en las primeras citas, más atractivx te volverás. Contrario a lo que se cree, el atractivo lo da la autenticidad, no las "estrategias de conquista". Así que deja de hacerle caso a tus amigxs que te aconsejan que "no debes mostrar interés porque solo así podrás conquistarle", ya que eso solamente aleja a las personas con las que podrías generar vínculos bonitos y atraes a personas que aún no han trabajado en sus heridas emocionales (porque es lógico: esa estrategia de hacerte el/la interesante solo funcionará con aquellas personas que estuvieron acostumbrados a recibir un amor ambivalente... y tú no quieres atraer personas ambivalentes en el amor, quieres consistencia y seguridad).

3. Buscar apoyo terapéutico

La terapia es una herramienta poderosa para sanar las heridas de la infancia y aprender a vivir desde un lugar de autenticidad. Unx terapeuta puede ofrecerte un espacio seguro donde explorar tus emociones, miedos y deseos sin juicio. Además, puede ayudarte a identificar patrones inconscientes de comportamiento que se han desarrollado como resultado de tus experiencias pasadas y que hoy obstaculizan tu capacidad de amar plenamente.

4. Aceptar nuestra historia

Uno de los mayores desafíos es aceptar nuestra propia historia, con todas sus complejidades y heridas. En lugar de intentar borrarla o negarla, debemos aprender a integrarla como parte fundamental de lo que somos. La historia no define nuestra identidad, pero sí influye en cómo hemos llegado hasta donde estamos hoy. La aceptación radical de nuestra historia personal es clave para poder vivir una vida auténtica.

5. Crear conexiones desde la vulnerabilidad

La vulnerabilidad es la clave para establecer conexiones profundas y significativas. Muchxs de nosotrxs hemos aprendido a ocultar nuestra verdadera identidad por miedo al rechazo, lo que nos lleva a crear vínculos superficiales o basados en lo que creemos que lxs demás esperan de nosotrxs. Para superar este ciclo, es necesario abrazar la vulnerabilidad como una fortaleza, no como una debilidad.

 

Haber crecido en una sociedad heteronormada ha dejado huellas en cómo amamos y nos relacionamos hoy en la adultez. Sin embargo, estas heridas no definen quiénes somos ni nuestra capacidad de amar. A través del reconocimiento, la aceptación y el trabajo personal, podemos romper el ciclo de miedo y protección, abriéndonos a relaciones que sean genuinas y profundamente conectadas, tanto emocional como sexualmente.

Tu historia ni tus traumas no fueron tu responsabilidad. Pero hoy, que eres un adultx, sí es tu responsabilidad trabajar en esas heridas. ¿Qué eliges? ¿Seguir replicando inconscientemente tus patrones emocionales que llevan a que no encuentres a nadie que valga la pena, a que salgas heridx o que dañes a otrxs? ¿O prefieres mirar tu dolorosa historia, con tal de poder sanar esas heridas vinculares y lograr esa tan anhelada autenticidad?

Al igual que un pájaro que creció dentro de una jaula, muchas veces nos quedamos encerrados en lo que conocemos y no nos atrevemos a volar por temor a salir heridxs, incluso cuando la puerta de nuestra jaula está abierta. La invitación que te hago es que tomes ese riesgo, que te atrevas a trabajar en tus heridas, porque te prometo que vale la pena.

Te abrazo fuerte ❤️

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