
Cuando yo pensaba en salir del clóset, me imaginaba que ese era el gran obstáculo de mi vida. La meta final. El momento que iba a cambiarlo todo. Creía que cuando lo hiciera iba a sentirme completamente libre, que los miedos se iban a esfumar, que por fin iba a vivir sin cadenas.
Y si bien salir del clóset fue un paso gigante, uno de los más valientes que he dado, lo que nadie me dijo es que había algo más difícil esperándome al otro lado: un clóset distinto, silencioso, escondido, que no se nota hacia afuera pero que se siente por dentro: el clóset invisible.
Me acuerdo que después de salir del clóset “oficial”, seguía habiendo momentos en los que sentía que me escondía. Por ejemplo, en cumpleaños de amigos, hablando con personas que estaba conociendo ahí y cuando todos hablaban de sus parejas sin problema, yo me quedaba callado. No porque nadie me lo prohibiera, sino porque todavía me costaba naturalizarlo. En teoría ya no tenía nada que ocultar, pero en la práctica me censuraba. Y lo más duro era que no entendía por qué. Pensaba: “¿Acaso no hice lo más difícil? ¿No era esto lo que tenía que superar?”. Esa confusión es justamente lo que genera el clóset invisible: creer que ya estamos libres, pero sentir que seguimos atados a algo que no sabemos explicar.
El clóset invisible no es un lugar físico, ni tampoco una conversación pendiente con algunas personas que aún falta que sepan de nuestra orientación sexual o identidad de género. Es una forma de vida. Es ese espacio donde sigo permitiendo chistes que me duelen para no parecer “exagerado”, es ese silencio incómodo cuando alguien en la familia hace un comentario desubicado y yo no digo nada porque no quiero arruinar el ambiente, es ese filtro que pongo en redes sociales para no verme “demasiado gay”, es ese miedo de mostrar afecto en público porque todavía me da nervio la reacción de los demás, es esa parte de mí que elijo esconder no porque quiera privacidad, sino porque temo el juicio.
Y todo eso cansa. Porque es como si siguiera cargando con un secreto, aunque ya no haya nada que esconder.
He tenido consultantes que me han dicho: “Ya salí del clóset hace años, pero igual siento que no soy libre”, o “mi familia lo sabe, pero me da miedo ser yo mismo frente a ellos”. Y me identifico profundamente, porque yo también lo he sentido. Yo también he tenido esa contradicción de haber hecho el gran anuncio, pero seguir midiendo mis palabras, mis gestos, mis expresiones. Ese es el clóset invisible, el lugar donde seguimos negociando con el miedo aunque ya no haya nada que confesar.
Lo más engañoso del clóset invisible es que se camufla de normalidad. Nos decimos frases como “no es necesario contar todo” o “prefiero no entrar en conflicto”. Y si bien todos tenemos derecho a decidir qué compartimos y con quién, la diferencia está en desde dónde lo hacemos: si lo hacemos desde la libertad o desde el miedo. Cuando elijo callar porque simplemente quiero guardarme algo para mí, estoy actuando desde mi libertad. Pero cuando callo por vergüenza, porque temo ser rechazado o porque quiero evitar la incomodidad del otro, lo que en realidad estoy haciendo es seguir encerrado.
Para mí, darme cuenta de que todavía estaba en ese clóset invisible fue doloroso. Fue aceptar que, aunque ya había dado pasos enormes, aún había heridas y temores que me acompañaban. Y creo que eso es lo que muchas veces no se habla lo suficiente: salir del clóset no borra de un día para otro los años de miedo, vergüenza y silencio que acumulamos. Esos años dejan huellas, y esas huellas son las que nos llevan a seguir escondiéndonos, aunque ya no haya nada explícito que esconder.
Salir del clóset invisible no es un proceso rápido, ni tampoco tiene una receta. No se trata de cumplir con un checklist de pasos. Se trata de una toma de consciencia, de empezar a reconocer dónde todavía me estoy apagando para no incomodar, dónde sigo priorizando el “qué dirán” por sobre lo que yo quiero. Y esa consciencia, aunque a veces duela, es el primer paso para liberarnos.
¿Y yo? Siendo honesto, todavía hay momentos en los que me descubro midiendo mis palabras o bajándole el volumen a mi forma de ser. Todavía hay situaciones en las que siento la tentación de volver a ese clóset invisible porque me da miedo mostrarme tal cual soy. Pero lo que ha cambiado es que ahora me doy cuenta. Y cuando me doy cuenta, ya no lo normalizo. Ya no me digo “es lo que hay”, sino que lo reconozco como una herida que estoy trabajando, y lo modifico inmediatamente. Todo eso me permite avanzar, generando que hoy ya no me avergüence de mí mismo sino que sea auténtico con lo que soy, a pesar del miedo que a veces puedo sentir.
Creo que todos, en algún nivel, seguimos luchando con ese clóset invisible. Porque no se trata solo de una confesión, se trata de aprender a vivir sin pedir disculpas por existir como somos. Y ese es un trabajo que dura toda la vida. Lo bonito es que en ese camino vamos encontrando más autenticidad, más paz, más orgullo. Cada vez que decido mostrarme un poco más, cada vez que elijo mi libertad por sobre el miedo, siento que respiro mejor, que vivo más ligero.
Sé que si estás leyendo probablemente has sentido lo mismo. Tal vez ya saliste del clóset y aun así sientes que algo falta, que no estás tan libre como pensabas. Tal vez sientes esa contradicción de estar “afuera” pero seguir guardando partes de ti.
Esto no es un fracaso, es parte del proceso. Lo importante es que empecemos a mirar de frente ese clóset invisible y a preguntarnos qué tanto queremos seguir cargándolo.
Al final, se trata de darnos permiso para vivir sin máscaras, de aprender a mirarnos al espejo y reconocer que la libertad no empieza cuando los demás nos aceptan, sino cuando nosotros dejamos de escondernos. Yo sigo en ese camino, y probablemente lo estaré toda la vida, pero cada paso que doy fuera de ese clóset invisible me recuerda que ser yo mismo no solo es suficiente, sino que es lo más valioso que tengo para ofrecerle al mundo.
--
Y antes de cerrar, quiero aprovechar de contarte que tengo disponible una videoclase gratuita que preparé con mucho cariño. Se llama “Los 3 trucos que me ayudaron a sentirme realmente libre y auténtico como una persona LGBTIQ+”. En esa clase comparto experiencias muy personales y herramientas que me sirvieron justamente para ir saliendo de ese clóset invisible y vivir con más autenticidad. Si la ves, te vas a llevar claridad sobre lo que realmente te frena, inspiración para confiar más en ti y, sobre todo, la convicción de que tu libertad no depende del resto, sino de ti. Es una videoclase con fecha límite para revisarla, así que no la dejes pasar. Haz click en este enlace para que la veas.
Aprovecho de recordarte que PrideMe es un centro de salud mental que fundé hace unos años, donde contamos con un equipo hermoso de profesionales especialistas en personas LGBTIQ+ que pueden ayudarte en este o en cualquier otro tema que estés viviendo. Siempre en un espacio seguro, libre de discriminación y pensado para ti. Puedes agendar conmigo o con quien más resuene contigo en www.prideme.cl :).
Conéctate a nuestra Comunidad y sigue recibiendo contenido de valor!
Únete a mi lista de suscriptores para que puedas recibir avisos de cuando publique nueva información sobre mi blog, contenidos, talleres y cursos!
No te preocupes, tu información está segura conmigo :)
No soporto el SPAM! Así que no te preocupes que no estaré llenándote de mails, solo te enviaré mails que sé que te podrán servir y ayudar :)