¿Qué hacer si me rechazan luego de salir del clóset?

Salir del clóset es uno de los actos más íntimos y valientes que una persona LGBTIQ+ puede vivir. No es solo dar información, no es solo decir en voz alta algo que sentiste o supiste en silencio durante mucho tiempo. Es exponerte con total vulnerabilidad. Es mostrar una parte de ti que durante años —quizás desde la infancia— estuvo guardada, protegida, escondida por miedo al rechazo, al juicio o a la soledad.

Por eso, cuando te atreves a dar el paso, y después de tanta valentía lo que recibes es un rechazo, el golpe duele el doble. No solo porque afecta tu presente, sino porque conecta con una herida profunda: la de sentir que hay algo en ti que es "inaceptable" para lxs demás.

El rechazo luego de salir del clóset no es cualquier rechazo. Es un dolor que atraviesa la identidad, la historia y la necesidad humana de pertenecer. Y lamentablemente, muchas personas LGBTIQ+ lo han vivido en carne propia.

¿Por qué alguien que queremos podría rechazarnos? ¿Por qué alguien tan significativo en nuestras vidas, como nuestra madre, nuestro padre, algún abuelx, amigx u hermanx, podría darnos la espalda de esa manera?

Quienes nos rechazan no siempre lo hacen desde el odio consciente. A veces, su rechazo viene cargado de ignorancia, prejuicios o historias familiares y culturales que nunca cuestionaron. Otras veces, surge desde el miedo a lo desconocido, desde sus propias inseguridades o creencias rígidas sobre cómo debería ser la vida o el amor. Algunas personas sienten que tu salida del clóset les desordena el mundo. Les quita certezas. Les obliga a mirarse y revisar ideas que nunca pensaron que tendrían que cuestionar. Y no todxs tienen las herramientas emocionales o psicológicas para hacerlo. Otras veces, el rechazo viene de un miedo inconsciente a que "te pueda suceder algo" o a que te discriminen, solo que el rechazo aparece a modo defensivo contra no querer conectarse con el pánico.

Y si bien podemos comprender todas las razones por las cuales alguien podría rechazarnos, eso no significa que el rechazo sea tu culpa. Nunca lo es.

Sin embargo, entender de dónde puede venir ese rechazo puede ayudarte a no cargar con culpas que no te pertenecen. No es que seas poco valiosx. No es que debiste haberlo dicho de otra manera. No es que lo que eres esté mal. Es que algunas personas aún no están preparadas para verte, aunque tú sí estés listx para mostrarte.

Lise Bourbeau, en su libro "Las 5 heridas que impiden ser uno mismo", describe la herida del rechazo como una de las más dolorosas que puede vivir una persona. Es una herida que se forma desde pequeñxs cuando sentimos que por ser como somos no merecemos amor, presencia o validación.

Cuando esa herida se activa, podemos empezar a creer que no tenemos derecho a existir tal cual somos. Que debemos cambiar, adaptarnos, complacer o desaparecer para ser aceptadxs. La herida del rechazo genera mucho miedo al abandono, pero también nos lleva a aislarnos para evitar volver a sufrir. Evita que queramos conectar y compartir nuestra vulnerabilidad con otrxs, porque fue en ese espacio, en nuestro lugar más vulnerable y profundo, donde se nos lastimó.

Salir del clóset y ser rechazadx es un golpe directo a esa herida. Es un golpe directo a nuestra vulnerabilidad. Y si no lo trabajamos, esa herida puede condicionarnos mucho tiempo: nos puede hacer sentir que tenemos que ser "perfectxs", que debemos esconder partes de nosotrxs para ser queribles, que no valemos lo suficiente o que debemos conformarnos con migajas de cariño.

Entonces, ¿qué hacer frente a un rechazo luego de salir del clóset?

Lo primero que quiero decirte es que está bien que te duela. No hay que ser fuerte todo el tiempo. No necesitas poner buena cara o fingir que no te importa. El rechazo es doloroso, y validarlo es el primer paso para sanar. Suena fácil, pero validar nuestro dolor es una de las experiencias humanas más complejas que existen. Permítete llorar, escribir lo que sientes, hablar con alguien de confianza o incluso descargar tu rabia. El dolor no desaparece negándolo. Desaparece transitándolo.

Después de vivir ese dolor, llega el momento de tomar decisiones.

No todas las personas que te rechazaron lo hicieron desde un lugar definitivo. A veces lo hicieron desde el shock, desde el desconocimiento, desde una primera reacción emocional que con el tiempo puede transformarse.

En esos casos, dar espacio puede ser muy sanador. No solo para ti, sino también para ellxs. El silencio, el tiempo y el respeto pueden abrir puertas que hoy están cerradas. A veces, necesitarás varias conversaciones para que ese rechazo se transforme en cuestionamiento, luego en dudas, luego en curiosidad hasta finalmente llegar al estado de aceptación y amor. He conocido muchas personas en mi vida (pacientes y amigxs) que vivieron un rechazo inicial por parte de miembros de sus familias y que ahora pueden vivir libremente su identidad u orientación. Pero, nuevamente, la herida del rechazo es sumamente dolorosa y profunda, y aunque la reparación y la reconciliación puedan ser tremendamente sanadoras, es importante seguir dándole espacio a ese dolor y comprender que esa experiencia deja marcas. No es una buena estrategia decirse a unx mismx "bueno, si bien mi mamá me rechazó en el pasado, hoy nos llevamos súper bien, así que ya no importa".

Lo más saludable, es pensar algo como "con mi mamá hoy nos llevamos increíble y me acepta tal cual soy, pero sé que me hizo mucho daño cuando me rechazó. La perdono, la amo y sé que vino desde el prejuicio y la desinformación, pero así como yo la acepto a ella, también acepto lo mucho que esa experiencia me lastimó. Hoy esa experiencia es parte de mi vida y la integro como un elemento central de mi historia, elemento que, junto a mi madre, hoy podemos ver con amor y compasión, no con odio, resentimiento ni culpa".

Pero también existen rechazos que son violentos, humillantes o completamente cerrados. Que por mucho que lo intentes, no hay posibilidad de cambio. Existen rechazos que llegan a la expulsión de los hogares, a la violencia física, psicológica y económica, entre muchos otros. En esos casos, tu deber es protegerte. No sigas insistiendo donde ya te mostraron que no quieren verte. No entregues tu energía a quien no la cuida.

Hay vínculos que se pueden recuperar con el tiempo. Pero también hay otros que es mejor soltar. Y esto no significa necesariamente eliminar físicamente a esa persona de tu vida —ya que a veces no es posible—, pero sí eliminar su poder emocional sobre ti.

Eliminar emocionalmente a alguien significa no darle espacio en tus pensamientos, no buscar su aprobación, no dejar que su opinión determine tu autoestima. Significa construir un mundo propio donde esa persona ya no tiene acceso a tus partes más íntimas. Básicamente, que si te acepta: bien; pero si no te acepta: bien también.

¿Se puede evitar otro rechazo en el futuro?

No siempre podemos controlar las reacciones de lxs demás. Pero sí podemos protegernos emocionalmente. Y esa protección comienza desde decisiones cotidianas, prácticas y muy personales.

Lo primero es entender que no tienes que salir del clóset con todxs. Nadie tiene derecho a exigir que compartas tu intimidad si tú no lo deseas. Salir del clóset es un acto de libertad, y como tal, tú decides cuándo, cómo y con quién hacerlo. No estás en deuda con el mundo. No estás obligadx a exponerte si no te sientes segurx o preparadx.

Luego, es importante aprender a observar las señales. Las personas suelen dar indicios de sus posturas frente a la diversidad, aunque no siempre lo hagan de manera explícita. Presta atención a sus comentarios, a sus bromas, a sus gestos cuando hablan de otras personas LGBTIQ+. Las personas que se burlan de lo diferente, que invalidan otras experiencias o que sostienen discursos violentos, suelen no ser espacios seguros para abrir tu corazón. Detectar esas señales no es vivir con miedo, es vivir con inteligencia emocional.

Otro aspecto fundamental es construir redes de apoyo LGBTIQ+. La soledad es tierra fértil para que crezcan las heridas del rechazo. En cambio, un círculo de personas que te valida, te escucha y te celebra, es un refugio inquebrantable cuando el mundo afuera se torna hostil. Busca grupos, comunidades, amistades o espacios donde puedas ser tú sin filtros. Nadie se construye solo.

Finalmente, refuerza tu identidad desde adentro. El amor propio no es un lujo, es una necesidad vital. Trabaja en tu historia, en tu orgullo, en tu autoconocimiento. No dejes que el rechazo ajeno construya tu relato interno. Mientras más fuerte sea tu raíz, más difícil será que el viento externo te derribe. Y recuerda siempre: la persona con la que más tiempo pasarás en la vida eres tú mismx. Cuida esa relación como la más sagrada de todas.

Una última cosa importante: no pienses que porque fuiste rechazadx una vez, eso se va a repetir siempre.

Un rechazo no define tu historia.

Un rechazo no significa que todas las personas reaccionarán igual.

Un rechazo no borra tu valor, tu belleza, tu autenticidad.

Quiero que sepas que allá afuera hay muchas personas que te van a amar exactamente como eres. Que te van a ver con los ojos llenos de orgullo. Que van a agradecer que existas.

A veces hay que pasar por las puertas equivocadas para llegar a las correctas.

A veces hay que vivir un rechazo para fortalecer el vínculo más importante de tu vida: el que tienes contigo mismx.

Y eso no te lo puede quitar nadie.

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