El reto más difícil que una persona LGBTIQ+ tiene que enfrentar (y por qué hoy abro inscripciones a “Desbloquea tu Orgullo”)
Quiero empezar con algo que no suelo hacer tan al inicio de un artículo, pero esta vez es necesario. Hoy abro oficialmente las inscripciones de “Desbloquea tu Orgullo”, mi programa de mentoría grupal de 12 semanas para personas LGBTIQ+ que quieren empezar el 2026 con una versión más libre, consciente y poderosa de sí mismas. Es un proceso en el que trabajamos juntos todas esas capas internas que cargamos por haber crecido en una sociedad que muchas veces nos quiso pequeños, silenciosos o adaptados. Si estás buscando un espacio profundo, acompañado y diseñado especialmente para personas como tú y como yo, ya puedes inscribirte hasta el 4 de diciembre. Te dejo aquí el enlace para que no se te olvide entrar más tarde: https://www.juancristobalconcha.com/desbloquea-tu-orgullo
El programa comenzará el 8 de enero del 2026, la primera semana del año, justamente para que empecemos tu 2026 trabajando en tu orgullo y en esa libertad interna que tantas veces dejamos para después.
Y ahora sí, quiero contarte algo muy personal que llevo semanas masticando. A veces, antes de escribir un artículo, siento que me doy mil vueltas internas porque necesito llegar a una verdad que realmente me movilice. Y esta vez, esa verdad me golpeó como muy pocas veces: el desafío más difícil que enfrentamos como personas LGBTIQ+ no está afuera, sino adentro de nosotros.
Sé que puede parecer una frase obvia, pero quiero explicarte desde mi experiencia por qué lo digo. Porque ha sido un antes y un después para mí entenderlo.
Desde que tengo memoria, he sabido que ser gay no iba a ser “simple”. No porque yo lo viera como algo malo, sino porque el mundo me hizo sentir que lo era. Crecer escuchando comentarios, chistes, silencios incómodos, opiniones disfrazadas de preocupación, advertencias sobre “cuidarme”, comparaciones, burlas, y esa omnipresente sensación de que mi forma de amar tenía que entrar en una caja que nunca fue hecha para mí. A eso súmale los entornos conservadores, los profesores que evitaban hablar del tema, las miradas en espacios públicos, el miedo a ser víctima de violencia, y el “qué dirán” metido en el cuerpo como una alarma automática. Todo eso deja marcas. Nos atraviesa y nos afecta de maneras que muchas veces normalizamos.
Pero también están los desafíos internos, esos que nadie ve. Los miedos que no mencionamos, la sensación de estar “actuando” en ciertos contextos, los esfuerzos por encajar, la presión de ser “más correctos”, “más perfectos”, “menos problemáticos”. Y si soy sincero, esos desafíos internos son los que más me han costado reconocer en mi propia vida. Porque lo externo uno lo ve, lo siente y lo nombra. Pero lo interno a veces ni siquiera sabemos que está ahí.
Hubo un momento, hace algunos años, en que me empecé a preguntar por qué, si ya había salido del clóset, si mi familia sabía, si trabajaba con la comunidad, si hablaba abiertamente de mi orientación, seguía sintiendo tensiones en situaciones que no deberían causarme conflicto. ¿Por qué me tensaba cuando tenía que decir “mi novio”? ¿Por qué me volvía más neutro en ciertos entornos? ¿Por qué había momentos en los que mostrar cariño en público me generaba un microsegundo de duda? ¿Por qué me costaba expresar vulnerabilidad frente a alguien que me gustaba? ¿Por qué me daba nervio mostrar ciertas partes de mi personalidad, como si fuera “demasiado”?
Y ahí apareció la respuesta más incómoda que he tenido que enfrentar: porque todavía tenía prejuicios inconscientes sobre mí mismo como hombre gay.
Quiero que leas esto con calma: incluso cuando ya entendemos racionalmente que ser LGBTIQ+ está bien, podemos seguir actuando como si no lo estuviera.
Y aquí quiero llegar a ese punto que te prometí que mencionaría:
el desafío más grande que enfrentamos como personas LGBTIQ+ es enfrentar nuestros propios prejuicios inconscientes.
No los prejuicios conscientes, esos que todos sabemos que están mal (por ejemplo, todos sabemos que discriminar a alguien por su color de piel está mal, eso es lo consciente. Pero no todos se han dado cuenta que inconscientemente aún tienen prejuicios interiorizados que provocan (micro)agresiones hacia personas con distinto color de piel. Esos prejuicios serían los prejuicios inconscientes. Prejuicios profundos, escondidos, silenciosos, que cargamos dentro y que nos hacen sentir que tenemos que justificarnos, adaptarnos, cuidarnos demasiado, medirnos, anticipar reacciones, vigilar gestos, controlar la voz, esconder la emoción, minimizar el dolor. Esos prejuicios que nunca elegimos conscientemente, pero que se instalaron porque crecimos en un mundo donde nuestra forma de amar, de sentir, de existir, fue considerada un problema por demasiado tiempo.
Los prejuicios conscientes son fáciles de identificar. Sabemos que existen y que tenemos que cuestionarlos. Pero los prejuicios inconscientes son esos viven dentro del cuerpo, no en la mente. Son automáticos, no aparecen como pensamientos racionales, sino como microacciones, como bloqueos, como silencios, o como incomodidades que no sabemos explicar.
Son los que hacen que digamos una cosa, pero actuemos otra. Los que nos hacen decir “acepto mi orientación”, pero evitar hablar de ella en ciertos entornos. Los que nos hacen decirnos que “merecemos amor”, pero sentir vergüenza cuando alguien te muestra afecto en público. Los que nos hacen decir “ser gay está bien”, pero sentirse “muy gay” cuando aparece algo demasiado auténtico. Los que nos hacen decir “quiero una relación sana”, pero repetir patrones de autosabotaje porque no sabemos cómo recibir algo bueno.
Por años pensé que estos comportamientos eran simplemente “mi personalidad”, que yo era más reservado, más controlado o más "respetuoso" con el entorno. Me justificaba diciendo “no quiero incomodar”, “en verdad no me importa”, “así soy yo”. Pero había algo que se rompía cuando veía que no era así en otros aspectos de mi vida. Era como si hubiera un “yo” completo, libre, espontáneo, y otro “yo” que se achicaba de forma automática cuando mi orientación entraba en juego.
Y ahí me cayó la ficha: yo también había internalizado la homofobia. Pero lo había hecho sin darme cuenta.
Y cuando lo reconozco, también entiendo por qué este ha sido el desafío más grande de mi vida.
Porque trabajar nuestros prejuicios inconscientes es trabajar con algo que no vemos. Es trabajar con algo que hemos normalizado y que nos enseñaron a creer desde la infancia a través de comentarios, miradas, normas, expectativas, castigos emocionales, situaciones invisibles que se metieron en nuestra piel.
Por eso, reconocer estos prejuicios requiere valentía. Y transformarlos requiere acompañamiento, tiempo, práctica y mucha compasión. No basta solo con “cambiar el switch”, sino de reentrenar al cuerpo para dejar de vivir en tensión, en alerta, en vergüenza o en autoprotección permanente.
A lo largo de los años, he aprendido a detectar señales muy específicas en mí y en las personas que acompaño, señales que muestran que hay prejuicios inconscientes operando. Suelen aparecer en momentos cotidianos: cuando te sorprendes tomando distancia de tu pareja en un restaurante o agravando la voz con el mesero, cuando evitas mencionar que estás saliendo con alguien en el trabajo, cuando te preocupas de no “exagerar” en tus gestos o emociones, cuando te cuesta recibir amor porque sientes que te vuelve vulnerable, cuando eliges parejas que no te eligen de vuelta porque en el fondo no crees que mereces algo sano, cuando te avergüenza mostrar dolor emocional, cuando dudas antes de contar una historia que incluya tu orientación, o cuando te bloqueas frente a una oportunidad porque “no quieres ser visto”.
Cada una de estas señales no es un defecto personal. Es un mecanismo de protección aprendido. Y lo aprendimos porque nos tocaron años demasiado duros en etapas demasiado vulnerables de nuestra vida.
Y aquí es donde vuelve a aparecer algo que para mí es fundamental: no tenemos por qué atravesar esto solos.
Yo lo hice así, pero cuando me decidí a tener un acompañamiento terapéutico realmente todo cambió. Me transformó la vida tener herramientas claras, con contención, con comunidad y con una dirección emocional concreta.
Por eso creé “Desbloquea tu Orgullo”.
Porque trabajar los prejuicios inconscientes, sanar la vergüenza internalizada y aprender a vivir desde un orgullo real no es algo que se haga de un día para otro, ni leyendo un artículo, ni viendo un reel. Requiere profundidad, estructura, sostén, un espacio seguro y un trabajo emocional, mental y corporal constante.
En las 12 semanas del programa trabajamos justamente lo que te estoy contando aquí: las capas profundas de tu historia que todavía te limitan, las creencias inconscientes que heredaste, los miedos silenciosos que te siguen frenando incluso si ya “saliste del clóset”, las dinámicas afectivas que repites sin darte cuenta, las partes de ti que se quedaron atrapadas en experiencias pasadas.
También trabajamos herramientas concretas para expresarte con seguridad, para construir vínculos más honestos, para aprender a sostener tu vulnerabilidad sin sentir vergüenza, para entender tu historia desde un lugar de fuerza, para transformar las narrativas internas que todavía te hacen dudar de ti.
Y lo más importante: trabajamos tu orgullo. No ese orgullo superficial de la foto perfecta.
Sino ese orgullo que se siente en el cuerpo, ese orgullo que te permite caminar distinto, ese orgullo que te permite amar distinto y ese orgullo que te permite vivir sin un peso encima.
Las inscripciones están abiertas hasta el 4 de diciembre y te recomiendo de corazón no dejarlo para el último día. Si estás leyendo esto y algo en ti se movió, probablemente este proceso es para ti.
Puedes inscribirte aquí: https://www.juancristobalconcha.com/desbloquea-tu-orgullo
Termino este artículo con algo que yo mismo he tenido que repetirme muchas veces: trabajar en nosotros es un acto de amor propio. Es un acto de valentía, pero también un acto de justicia hacia ese niño que fuimos, ese niño que aprendió que había algo malo en él cuando nunca lo hubo.
Ese niño merece que hoy tú vivas en libertad, y yo puedo acompañarte a lograrlo :)
Un abrazo ❤️
Conéctate a nuestra Comunidad y sigue recibiendo contenido de valor!
Únete a mi lista de suscriptores para que puedas recibir avisos de cuando publique nueva información sobre mi blog, contenidos, talleres y cursos!
No te preocupes, tu información está segura conmigo :)
No soporto el SPAM! Así que no te preocupes que no estaré llenándote de mails, solo te enviaré mails que sé que te podrán servir y ayudar :)